Este término, que empezó a usarse hace unos tres años, hace referencia a la
costumbre de acumular contenidos digitales de todo tipo, y, en
mayor o menor medida, la sufrimos casi todos los internautas, excepto los
organizado-compulsivos, que son un tema aparte.
La primera fase no es en absoluto grave y está muy extendida entre la
población. Se caracteriza por
almacenar de forma compulsiva emails
inútiles en la bandeja de entrada del correo electrónico, muchos de
ellos incluso sin leer, y casi siempre con la misma excusa: “ya lo leeré en otro
momento”. Claro que ese momento no suele llegar, y el volumen de emails va
aumentando de forma imparable con el paso de los años. Nota que tener en cuenta:
la capacidad de la bandeja de entrada es enorme, pero no
infinita.
El siguiente nivel puede tener consecuencias
nefastas sobre el ordenador del afectado. Consiste en
descargar a
diestro y siniestro contenido multimedia como pueden ser películas,
música, vídeos o fotos: esta porque me gusta, esta porque le gusta a Fulano,
ya se la pasaré, esta porque es un clásico, esto otro para momentos especiales…
Vamos, que es un almacenamiento masivo en toda regla, y además provoca una
bajada en el rendimiento del ordenador, que tarda más en
procesar esa enorme cantidad de datos. (Ahora ya sabéis por qué os va tan lento
el PC).
Podemos saber que estamos a punto de llegar al tercer nivel de la enfermedad
cuando empezamos a descargar contenidos sin saber muy bien por qué o cuando, por
ejemplo, dejamos de bajarnos canciones y vamos a por discografías enteras. Esto
es un comportamiento compulsivo similar al arrebato que le da a algunas personas
cuando ven un par de zapatos o un lindo gatito abandonado, y no se pueden
resistir a llevárselos a casa. Lo único, que en este caso, ni te arruinas ni te
llenan la casa de pelos; sólo saturas la máquina.
Una buena
idea, si no puedes luchar contra esta enfermedad, o no quieres,
es que pases todos esos archivos a un disco duro externo. Tu
ordenador te lo agradecerá.
Y el tercer nivel, ¿en qué consiste? Pues en acumular cosas sin sentido en
las redes sociales, muchas veces como si fueran trofeos: mensajes privados sin
leer, peticiones de amistad sin responder (si no le quieres como amigo
¡¡recházale!!), notificaciones, fotos, invitaciones a eventos o a páginas sin
responder… Aunque claro,
también hay quien acumula amigos en Facebook y
Tuenti para luego no hacerles ni caso. Igual de útil que los mails que
dejamos para leer en otro momento.
Otros síntomas de esta enfermedad son tener el escritorio lleno de iconos,
aunque algunos los uses una vez al mes, el smartphone con numeritos en todas las
aplicaciones, lleno de notificaciones sin leer, o la costumbre de trabajar con
miles de ventanas y pestañas abiertas a la vez (por supuesto, aunque hayas
terminado con la mitad, tú las dejas abiertas, por si acaso).
También es muy probable que quien sufra el síndrome de Diógenes virtual tenga
pequeños indicios de sufrir el mismo trastorno pero en versión material. Echa un
vistazo a tu habitación o a la mesa de tu trabajo. ¿Está igual de limpio y
organizado que tu ordenador?