Una de las ciudades más turísticas del mundo, Roma, sorprendía a todos esta semana anunciando que va a prohibir comer en la calle. Adiós a una pizza sentados en las escalinatas de la plaza España o a un helado en las fuentes de la Navona.
No es que a los romanos les haya dado asco, de repente, el mascar cansino de cientos de miles de turistas, es que el ayuntamiento se ha hartado de ver lugares con siglos de historia llenos de restos de bebida, comida y recipientes diversos.
En fin, que somos unos guarros.
Madrid ya se ha apresurado a decir que no hará lo mismo, pero lo cierto es que la capital, y otras muchas ciudades españolas, también tienen desperdicios en calles y aceras. Sólo tenéis que echar un vistazo a vuestro alrededor. Una colilla es lo más limpio que vais a encontrar.
Si el problema es el incivismo, ¿no sería mejor multar a los que ensucian igual que se multa a los que se saltan un semáforo? ¿Por qué no poner controladores de peatones-cerdos igual que existen los controladores de la zona azul de aparcamiento? La penitencia podría ser pasear durante toda una tarde con una bolsa de basura atada a la espalda, o por tener que limpiar el contenido de un par de contenedores arrojado al salón de la casa del infractor.
Vamos que aquí en Perú, España ó en el resto del mundo es lo mismo, si vas de compras lleva tu bolsa es una manera fácil de reciclar.